La Revolución Gris en la agricultura: Alternativas a los insecticidas

La contribución de los fitosanitarios, en general, y de los insecticidas, en particular, a la agricultura es indiscutible, pero también lo son sus efectos tóxicos sobre el medio ambiente, es por eso que la búsqueda de alternativas a los insecticidas se ha convertido en una necesidad.

Y por si fuera poco, existe la creencia generalizada de que la producción agrícola es posible únicamente cuando se emplean grandes cantidades de agroquímicos, y que disponer de alimentos depende exclusivamente de ello. Nada más lejos de la realidad. Está claro que tenemos una memoria muy corta.

La agricultura es un invento humano que data de hace más de 12,000 años. Durante la mayor parte de este tiempo, el ser humano se ha alimentado sin la necesidad de utilizar insumos externos. Y es que la manera actual de cultivar solamente lleva sesenta años.

De Revolución Verde a Gris: Los fitosanitarios como protagonistas

De todas las transformaciones que se han producido a lo largo de la historia, una de las más importantes ocurrió durante la Revolución Verde en la década de 1960. Aunque, a decir verdad, quizás de verde tenga más bien poco, pues ha implicado que el mundo se vuelva un poco más gris, ya que se produjo un uso intensivo de fitosanitarios, particularmente insecticidas, para aumentar la producción agrícola.

Aunque estos productos químicos han sido fundamentales para el desarrollo de la agricultura moderna, su impacto ambiental ha generado una creciente preocupación. La búsqueda de alternativas a los insecticidas se ha convertido en una prioridad para abordar los problemas asociados con su uso excesivo y promover prácticas más sostenibles.

El impacto ambiental y la búsqueda de alternativas a los insecticidas

El uso intensivo de insecticidas ha demostrado tener efectos adversos significativos en el medio ambiente. A pesar de su eficacia para controlar plagas, diversos estudios han mostrado que más de la mitad de los insecticidas aplicados no logran el efecto deseado debido a factores como la acción de la lluvia y el viento. Estos productos químicos, en lugar de ser completamente absorbidos por los cultivos, terminan contaminando las aguas subterráneas y afectando a los ecosistemas acuáticos. La contaminación puede extenderse a especies no directamente relacionadas con los cultivos, ingresando a la cadena alimentaria y causando daño a toda la red trófica, incluyendo al ser humano. La sustitución de estos productos dañinos por unas alternativas a los insecticidas es fundamental, ya que los químicos han mostrado tener un impacto negativo en las explotaciones agrícolas. A pesar de la intención de controlar plagas, los cultivos que se tratan de manera intensiva con estos químicos pueden enfrentar mayores pérdidas económicas debido a la resistencia de las plagas. Los cultivos con un alto uso de insecticidas a menudo experimentan mayores daños por plagas en comparación con aquellos que utilizan estos productos de manera mínima o no los utilizan en absoluto. Esto revela un ciclo contraproducente en el que el uso intensivo de insecticidas puede, en última instancia, reducir la productividad en lugar de aumentarla.

Solo en España, en los últimos cien años, hemos pasado de ser 21,3 millones en 1920 a 47,3 millones en 2020. La presión por producir alimentos resultantes del crecimiento demográfico ha aumentado de manera tal que ha implicado la tecnificación y masificación de la agricultura, quizás, a un costo demasiado alto.

La necesidad de alternativas a los insecticidas

Dada la evidencia de los problemas ambientales y económicos asociados con el uso excesivo de insecticidas, es esencial considerar alternativas a los insecticidas. La búsqueda de métodos de cultivo que minimicen la dependencia de estos productos químicos puede ofrecer una solución viable a los problemas actuales y contribuir a una agricultura más sostenible.

Una alternativa destacada es el control biológico, que implica la utilización de organismos naturales que depredan las plagas. Estos enemigos naturales pueden ayudar a mantener el equilibrio ecológico en los cultivos, reduciendo la necesidad de tratamientos químicos, los llamados aliados naturales.

Otra estrategia es la rotación de cultivos, que consiste en cambiar los tipos de cultivos plantados en un área específica para prevenir la acumulación de plagas resistentes y mantener la salud del suelo.

Adoptar alternativas a los insecticidas no solo puede mitigar los efectos negativos del uso intensivo de químicos, sino también mejorar la salud de nuestros campos y la calidad de los alimentos que consumimos.

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